jueves, 24 de mayo de 2012

Volver a elegir la vida

Lo decisivo en cualquier etapa de la vida, es volver a abrazarse a ella como si acabáramos de nacer, como si fuera la primera y única oportunidad de la que vamos a disponer en adelante. Es volver a elegir la vida.
Volver a elegir la vida es saber que solo desprendiéndonos de lo viejo podemos alcanzar lo nuevo. el peligro mayor que tenemos que afrontar es nuestra incapacidad de hacer lo que hacemos con total seriedad, de tomar en serio el momento que vivimos, porque ésa es la única tarea verdaderamente importante y religiosa de nuestra vida: aprovechar el instante con el corazón. Lo que demuestra que hemos elegido hacer lo que deseamos de verdad con nuestra vida.
Elegir de nuevo, en cada instante, la vida que en un momento dado hemos elegido es lo único que la salva de todas las inquietudes, tanto del más allá como del más acá. Vivir con intensidad lo que vivimos, aferrarnos al instante como si fuéramos eterno es lo que nos produce el gozo verdadero de vivir. Para vivir con intensidad lo que somos y lo que hacemos, es preciso que nos afirmemos en la libertad soberana a la que pertenecemos.
Sólo quién elige la vida en cada instante vive de verdad y se construye como señor de lo que es y lo que hace. Para ello es necesario que nos volvamos a hacer la pregunta sobre lo esencial de nuestra vida: ¿cuáles son nuestras ganancias? ¿y cuáles son nuestras pérdidas?
No podremos desprendernos de lo extraño que nos lastra si no nos preguntamos con seriedad sobre el balance de nuestra vida. Como arcilla entre las manos del Alfarero, deberemos saber que el cacharro que sale mal hay que deshacerlo y volver a empezar. Aquí está la clave para tener futuro: en nuestra capacidad de tirar a la basura los odres viejos praa que no revienten con el vino nuevo que queremos conservar en la bodega del corazón.
Nuestro deseo de ser arrabatado por el fuego amoroso de Dios no nos dejaba ver lo fundamental: ¡es terrible caer en las manos de Dios Vivo! Para dejarnos hacer por el Alfarero necesitamos un corazón humilde y sencillo. Porque su amor, como un fuego ardiente encerrado en los huesos nos quema por dentro y nos hace poco a poco transparentes como el cristal para gloria de su amor y de su gracia. Verdaderamente, este es el desafio: dejarnos pulir el corazón por sus manos amorosas para transparentar, sin velos, su propia gloria.

Xavier Quinzá LLeó, sj.

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