domingo, 16 de diciembre de 2012

La segunda llamada

 
“La primera llamada
que recibimos suele ser a seguir a Jesús
y a hacer cosas grandes y maravillosas por el Reino.
Somos apreciados y admirados.
La segunda llamada acontece más tarde,
cuando nos damos cuenta de que no podemos
hacer cosas grandes y heroicas por Jesús.
Es un tiempo de renuncia, de humillación y de humildad.
Nos sentimos inútiles;
no somos valorados en nuestro ambiente.
Si la primera llamada tuvo lugar
en pleno mediodía, a la luz del sol,
la segunda tiene lugar a menudo en la noche”
(Jean Vanier)
 
Somos peregrinos, mendicantes de sentido, hoy nos toca vivir nuestra fidelidad al Señor en medio de la noche. Vivir este momento de nuestras vidas, vivir esta segunda llamada, con gozo y dispinibilidad, eso es revitalizar.
 

martes, 4 de diciembre de 2012

Nuestra identidad "en camino"



       En sus orígenes, la espiritualidad franciscana es una espiritualidad misionera, una espiritualidad del encuentro, “centrífuga” como la del Evangelio. Tiende a ponerse siempre en camino, a hacerse presente al otro en su “terreno”, en su situación, en sus “lugares”, en su “hábitat”, antes aún de convertirse en hospitalidad y acogida.
Es una espiritualidad más ligada al hombre que a una tierra determinada, por más santa o pecadora que esa tierra sea. La misión es más un “acto” que un discurso o un proyecto. “Id” exige audacia y a la vez confianza. “Les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza... Y les dijo: «Id por todo el mundo...” (Mc 16, 14-15).
Sin embargo, es importante notar que, para Francisco, el ir “inter gentes” exige un verdadero éxodo, un salir de sí mismo para fiarse totalmente del Señor; apartarse de la sed de protagonismo y de la afirmación propia, de todo tipo de propiedad. No basta estar en medio de la gente de la mañana a la noche; no basta estar “en el mundo”; hace falta estar allí “sin ser del mundo”, asumiendo los valores evangélicos de la kénosis y del servicio. Son condiciones indispensables para acercar el Evangelio a la historia, a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
En consecuencia, todas las mediaciones y estructuras, para ser vitales, deberán confrontarse continuamente con el Evangelio y armonizarse con los valores vivos de nuestra vocación y misión para poder dialogar con el mundo. Hacen falta estructuras y mediaciones provisionales, sobre todo hoy que se habla de una “identidad en camino”. Ninguna estructura es eterna; por ello es importante vivir no para la supervivencia de las estructuras sino para los valores que ellas custodian.
Habrá que tener el coraje de adaptarlas y transformarlas constantemente, y verificarlas con inteligencia, para que sean siempre portadoras de vida y no de muerte. Somos “viatores” que tienen los ojos fijos en el Dios que viene. Tenemos que abrirnos más y más a formas y mediaciones abiertas: interprovinciales, inter-religiosas y a la colaboración con los laicos.

G.Bini. Capítulo de las Esteras de la Provincias en unión.