martes, 30 de julio de 2013

Espiritualidad de la Tienda (...III)


Dilemas

            Concluyo el tema, esperando no haber aburrido mucho al auditorio, y con el deseo de haber incitado a alguno a reflexionar despacio sobre un aspecto de nuestra vida franciscana que me parece importante, sea de cara al hoy que al futuro. Dios quiera que seamos lo bastante lúcidos para saber que en nuestra autenticidad y coherencia con el carisma – no porque lo diga yo – nos estamos jugando actualmente la existencia.

Vivir del Santuario y para el Santuario.
            Me sucedió en Tierra Santa el pasado verano, donde yo había ido para un periodo sabático. Como al niño Samuel, me tocó estar, en cambio, dos meses al cuidado de “las lámparas” de uno de los Santuarios, mientras otros Eli contemporáneos dormían el sueño de la bonanza, que no siempre de la vejez… Tiempo tuve - mientras observaba los grupos de peregrinos que entraban, salían y ofrecían sus óbolos en el Templo - de darme cuenta como no solo allí, sino en cualquier otra parte, la vida de muchos frailes y de fraternidades enteras gira actualmente sólo en torno a eso: al cuidado, atención y conservación de ciertos importantes “lugares religiosos”. Nadie lo cuestiona ni se plantea su continuidad. Es lo malo. Se vive sencillamente no solo para el Templo, sino del Templo mismo, sin que esto plantee disonancia alguna con la vida y regla que prometimos llevar. Claro está que hay que prestar atención y cuidado a ciertos lugares de la Fe y de la Historia, eso no se duda. Una vez tocó a los frailes hacerlo, pero ¿se ha convertido por ello en “patrimonio” o “heredad” de la Orden? Cuando se pasa de ejercer un servicio a detentar un “derecho”, creo que deberían comenzar a sonar alarmas muy poderosas. Lo cierto, me parece, es que contrasta fuertemente con algunas enseñanzas de Francisco sobre el apego a los lugares, vistos siempre como provisionales.
            Peor todavía, a mi juicio, es el hecho de que algunos hermanos – olvidando la obligación regular a buscar el sustento con el trabajo de sus manos – no tengan el menor escrúpulo a estar viviendo, no de forma temporal sino permanentemente, de las ofrendas que los devotos versan en los cepillos del Templo. Aún cuando pudiera interpretarse que esos donativos son también para el mantenimiento del Lugar, quiere decir, pues, que los tales se ven ya tan “parte del lugar”, tan definitivamente consolidados y asentados en él, que les corresponde igualmente una parte de los mismos. Ya no consideran necesario salir a buscarse el salario con la ayuda de Dios, pues el sustento llega, y llega solo y abundante, sencillamente por encontrarse en el lugar en que se encuentran. Así pues, pienso que sería conveniente revisar más a fondo los criterios de mantener la presencia o no en ciertos lugares y casas. Los templos-tienda no suscitarían, de  seguro, tales deseos de permanencia ilimitada por parte de los hermanos.

La itinerancia histórica.
            Es curioso observar en las páginas de nuestra Historia los cambios de rumbo que efectivamente se han dado en la larga trashumancia franciscana. A igual que en tantos lugares donde estuvimos ya no estamos, a veces no estuvimos – a tiempo - donde hubiéramos debido estar. Los criterios y los caprichos de los hombres nos han llevado por sendas que no siempre se han correspondido con los caminos de Dios. Los santos han sido, muchas veces, los más clarividentes en detectar esta lejanía. He ahí que muchas de las fundaciones del pasado, por ennoblecer pueblos y aldeas, por potenciar el ascenso de burgos y villas, no siempre coincidieron con los designios que Dios nos tenía marcados. Nuestra larga singladura está llena de presencias que fueron y ya no son, de las que a veces ya ni siquiera queda el recuerdo, aunque otras – de forma menos clara y llamativa – a las que estábamos convocados, fueron ausencias cobardes que debieron haber sido y, por tantos motivos, acabaron por no ser. Pero Doctores tiene la Historia, y temas sobrados para quien la quiera profundizar…
Sin necesidad de volver con añoranza la vista al pasado, y pensando más al hoy – sin apasionamientos provincialistas – y al futuro de nuestra existencia, contemplemos la geografía de la península, para ir analizando los rasgos generales de esa itinerancia o acontecer franciscano en nuestras tierras. El franciscanismo llegó por el norte, ya comenzada la reconquista, y fue avanzando, al ritmo del asentamiento de un nuevo cristianismo en las zonas recobradas, hacía el este y el sur. Por entonces, nuestros hermanos fueron valientes y decididos también a la hora de emprender los grandes viajes descubridores, rumbo a lo incierto y desconocido… Eran tantos y tales, que podían hacerse presentes por doquier. Pulularon frailes y pulularon conventos. Y rivalizaron en grandezas y glorias… Y allí mismo comenzó la decadencia, que diversas reformas intentaron – quizá sin éxito o sin acierto – paliar. Tabla rasa trató de hacer la exclaustración religiosa, por la que los frailes tuvimos que ser re-fundados en muchas partes. Pero las bases sociológicas continuaron siendo las mismas. Y, en poco más de un siglo, la realidad volvió a ser la que era: la Restauración. Primer aldabonazo de nuestro tiempo fue la actualización que el Concilio, hace ahora 50 años, pidió a la Vida Religiosa (ya no Vida de Perfección). Se hicieron algunos esfuerzos y débiles intentos sinceros de actualización: grandes quizá entonces pero, a nuestros ojos de hoy, muy insuficientes. Lo peor tenía aún que llegar y la secularización que se anunciaba, fue más terrible de lo imaginable. Tembló el suelo sobre el que se alzaban instituciones seculares, y muy poco consiguió permanecer en pie. Hoy Mundo e Iglesia están, efectiva y tristemente, divorciados. 
            Y este es el momento que nos toca vivir. No lo elegimos, sino que Dios lo eligió para nosotros, para que - con pocas fuerzas y en escaso número – seamos revulsivos a una vuelta atrás en el Franciscanismo, hacia una nueva Vida Franciscana. Pocos comenzaron con Francisco. Pocos, pero convencidos de la Obra de Dios en ellos. Por eso, o atendemos a los lugares y nos ligamos a ellos, o nos mantenemos libres para ir por el mundo anunciando la Pobreza, la pobreza de quienes, como nosotros, verdaderamente no tenemos nada, no somos nada…

La itinerancia como dinámica personal. 
            Al faltar en nuestra formación una psicología de la tienda, de lo provisional y del cambio, los hermanos percibimos nuestra propia estabilidad vinculada, en gran parte, primordialmente a la de los edificios y presencias que tenemos y, de alguna manera, nos identifican. Los cordeles que nos atan no lo hacen tanto desde lo personal – y, por consiguiente, en lo fraterno –, sino que se apoyan en los vínculos que establecemos con las cosas concretas, con los sitios y las personas que nos rodean y que determinan nuestra peculiar geografía concreta. Todo ello favorece la dificultad posterior en el desarraigo. Esta práctica habitual es la misma que antepone, como más importante – una y otra vez  - el llenar las casas, sin cuestionar primero su significatividad, su forma de vida o sus actividades y que, por consiguiente, para ello tantas veces tiene poco o nada en cuenta los valores y anti-valores de los hermanos, que van a parar a las mismas no en virtud de sus cualidades personales, sino en muchas ocasiones por la simple y llana necesidad de llenar huecos. Así me sucedía con frecuencia en la Provincia de Albania que, transcurrido aún muy poco tiempo del Congreso Capitular, el Provincial se veía ya obligado a estar cambiando frailes de nuevo y rehaciendo otra vez determinadas fraternidades, por problemas que, poco antes, ni siquiera había contemplado. ¿Tan poco y mal nos conocemos?
            Un hermano no se puede sentir sencillamente trasportado, enviado o movilizado; que - con o sin su consentimiento - “levantan y enrollan mi vida como una tienda de pastores “(Is 38, 12). “Mi vida”, en este caso, debería ser algo más valioso – incluso para el Provincial – que un simple objeto que se trasporta de un lado para otro. En la misma prontitud para el cambio – que yo pienso es oportuno y recomendable regularmente para todos - se supone que se disciernen y se tienen en cuenta también los Proyectos Personales, en los que últimamente parecía estar tan interesado el gobierno de la Orden; porque es la propia vida la que se transporta con nuestra morada, cuando el fraile menor se siente profundamente en camino, itinerante, peregrino… Esos lugares por donde transito son, en realidad, los que van a ir marcando el rumbo de mi propia existencia. Pero mal se logra esto cuando los frailes se creen en el derecho a morada “estable” y “establecida”, sin que primen otras necesidades concretas de la gente. La disponibilidad, tantas veces invocada por los superiores, no es tal cuando no es una auténtica disponibilidad a los dictados del Espíritu, que juntos – superior y súbdito – deben tratar de escuchar y discernir. ¿Cómo sentirse disponible, no tanto ante el Señor sino ante el Ministro, cuando al mismo tiempo se ven y se conocen tantas otras “indisponibilidades”? Las reglas han de ser las mismas para todos y en todos lados, y no venir pidiendo “comprensión” ante ciertos “status quo”, sobradamente conocidos. Des-estabilizar para des-inmovilizar. Es, pues, necesario alentar decididamente esta psicología de la itinerancia para todos y en todos sitios.

Concluyo.
No dudo que estas reflexiones compartidas sean fruto tanto de una rica experiencia de vida como de una reflexión alentada por el Espíritu, en la cercanía de un momento trascendental para la Vida Franciscana. Papa Francisco alienta nuestros deseos y propósitos de una vuelta al espíritu original de la Orden. De definirlo se encargan nuestras Fuentes y sus Intérpretes. Pero la voluntad de vivir en consonancia con todo ello está en cada uno de nosotros que, fieles al pasado, pero con talante renovador y creativo, busquemos soluciones nuevas a momentos nuevos. Nadie tiene las respuestas, nadie ofrece recetas. Habrá que intentarlo decididamente. En el caminar incesante de nuestra Orden podemos encontrar muchas lecturas y también muchas soluciones a momentos que fueron - entonces - tan complicados como el que vivimos. La Fe y la Decisión de nuestros hermanos les hicieron salir bien parados. No podemos sino pedir otro tanto.
Intentémoslo.


Fr. Julio G. ofm
Provincia Castellana