miércoles, 14 de marzo de 2012

Esto no es lo que buscamos con la unificación y revitalización


Por si nos perdemos en esta nueva aventura, el carmelita descalzao Camilo Macisse, toda una autoridad en este tema, nos dice con mucha claridad lo que NO  es  ni tiene que ser un proceso de unificación y retivalización.  Espero vuestras respuestas!!!!

Renovación como vuelta al pasado

La impresión de vivir en una especie de “caos” por la pérdida de las certezas del pasado: unidad como uniformidad, separación del mundo, estructuras firmes y estables, normativa detallada, signos externos, obras tradicionales, ha hecho que ciertos grupos consideren que el camino de la renovación consiste en recuperar esas seguridades y volver a los moldes tradicionales. El fuerte apoyo que estos grupos tienen de parte del aspecto institucional de la Iglesia, unido al espejismo de vocaciones más abundantes, hacen que muchos que vivieron la convicción de la necesidad de nuevos estilos y formas de vida religiosa, más actuales e inculturados en el mundo de hoy, quieran dar marcha atrás a pesar de que sea ir en sentido contrario al de la historia y a las oportunidades que el cambio de época presenta para una revitalización de la vida religiosa.
En diversas circunstancias y en foros diferentes, miembros de la jerarquía eclesiástica impulsan esa renovación entendida como vuelta al pasado. Con facilidad, cuestionan y hasta atacan a los colectivos de vida religiosa que busca nuevos caminos. Se les acusa de secularización, de pérdida de valores espirituales, de magisterio paralelo, de pastoral paralela, de romper la comunión eclesial. Atribuyen a eso la falta de vocaciones y proponen como ideales de vida religiosa congregaciones ancladas en el pasado, a pesar de los escándalos y situaciones embarazosas que salen a flote con frecuencia al interior de las mismas. Por otro lado, detrás de ciertas investigaciones oficiales sobre la vida de institutos religiosos, especialmente femeninos, late el modelo clásico de vida religiosa en el que no encajan los nuevos caminos que, no sin tensiones, dificultades y hasta equivocaciones, se han ido abriendo paso en una perspectiva de búsqueda sincera. Se pretende “remonastizar” con esquemas medievales a congregaciones religiosas apostólicas, y eso mientras las Órdenes monásticas reflexionan sobre su renovación con fidelidad creativa.
Un recorrido sobre las preguntas que deben responder las religiosas norteamericanas que están bajo una visita apostólica permite descubrir una seria y auténtica preocupación de las autoridades eclesiásticas y su deseo de animar el ingreso de nuevas vocaciones y asegurar un futuro mejor para las religiosas. Sin embargo, las cuestiones tienen claramente como trasfondo el modelo clásico de vida religiosa que sirve como paradigma para juzgar si se va o no por buen camino. En la segunda parte del cuestionario, que fue enviado a las superioras mayores, hay 60 preguntas con relación a las vocaciones, la vida espiritual y litúrgica, el gobierno, las finanzas, el modo de vestir. Preocupa el hecho de que las religiosas se hayan abierto a nuevos campos de presencia y acción: atención pastoral, a cárceles y hospitales, servicios jurídicos a pobres y emigrantes, compromisos en ONGs y en movimientos de Justicia y Paz, liderazgo en la promoción y defensa de las mujeres, orientación espiritual, predicación de ejercicios espirituales, reflexión y enseñanza teológicas, ayuda a las víctimas de Aids, a drogadictos, mujeres de la calle, personas marginadas y “desechables”. Esto ha venido a romper ciertos esquemas organizativos de tipo monástico que no son compatibles con esos compromisos y que cambian el estilo de vida consagrada, personal y comunitaria, pero que no olvidan la necesidad de un compromiso serio personal y comunitario con la vida de oración y seguimiento de Jesús.
Detrás de este modo de concebir la renovación está el hecho de no aceptar en el fondo las directrices del Vaticano II, mientras se habla de él en forma elogiosa. Las palabras de Perfectae caritatis: “la adecuada renovación de la vida religiosa comprende, al mismo tiempo, un retorno incesante a las fuentes de la vida cristiana y a la inspiración originaria de los institutos y una adaptación de éstos, a las condiciones de los tiempos, que han cambiado”, se han querido interpretar como un regreso al pasado hasta en sus formas y estructuras culturales un poco maquilladas, calificando la auténtica renovación, que conserva lo esencial y cambia en lo secundario, como fruto de una hermenéutica de ruptura y discontinuidad.

2 comentarios:

  1. Este artículo se me hace un poquito tendencioso y demasiado dado a los juicios a grupos y movimientos que, si bien tienen tanto que purificar y que se puede cuestionar, han sido aprobados y hoy respaldados por la misma Iglesia que nos aprobó a nosotros y que tantos privilegios nos dio como respaldo a nuestra vida y misión ya que ambas eran una fuerza que servía a la renovación de todo el Pueblo de Dios y a la evangelización. Muchas veces, detrás de las críticas se esconden los celos, y no son esos buenos consejeros. Restauracionismo o involución jamás, estoy de acuerdo, pero revisión de las necesarias novedades y búsquedas a la luz de la Tradición... eso siempre. La fidelidad creativa es una formulación muy acertada, y el pragmatismo anglosajón, al que el artículo dedica tantos parabienes no tiene por qué ser la fórmula más adecuada. Tenemos una tradición, una espiritualidad y unas escuelas de teología y filosofía que nos ponen en las manos los retos y las herramientas para afrontarlos. Como dice el General, hemos de estar agradecidos al pasado para apoyarnos en él y hacer posible un futuro luminoso en fidelidad desde ya, desde un presente dinámico y lleno de iniciativas valientes que no se vean ni encadenadas por "las necesidades de las estructuras" ni condenadas por rancias nostalgias de un pasado que no necesariamente siempre ha sido mejor.

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  2. Estoy de acuerdo en que una revitalización no puede ser una vuelta al pasado, porque simplemente eso no es posible ni deseable pues debemos encarnarnos en el aquí y ahora de nuestro tiempo, para hablar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

    Con todo mi respeto, lo que dice el P. Macisse es su opinión, una más entre muchas. Pero percibo que lo dice desde el ataque y minusvaloración a otras sensibilidades en la Iglesia, a otros que tienen diversos modos de ser y estar en la vida consagrada. Yo me pregunto: ¿Las estructuras firmes y estables, la normativa, los signos externos (seguro que se refiere al hábito), las obras tradicionales… son todo síntomas de querer regresar al pasado? ¿No serán que son parte fundamental de la vida religiosa, y dejarlos a un lado es querer convertir la vida religiosa en otra cosa?

    A quien debemos escuchar con más atención es por un lado a la Iglesia y lo que ella nos dice (para el P. Macisse todo vuelta al pasado) y a los jóvenes de hoy, que guste o no, son el futuro de la vida consagrada y muestran gran aprecio por todo eso que este artículo desestima. No es verdad que conservar un esquema tradicional de vida religiosa sea incompatible con poder ofrecer al mundo de hoy un testimonio coherente y atractivo. Y además, es que este estilo de vida tradicional está ausente en la mayoría de las casas religiosas. ¿Por qué hablar tanto de cosas que no existen de manera generalizada? Yo veo detrás de este tipo de reflexiones un estar anclado en la ideología postconciliar que pretendió innovar con la vida religiosa hasta límites insoportables. A los jóvenes de hoy nos repele este tipo de argumentos “en contra de” y apostamos por mirar hacia delante y asumir con naturalidad, como la Iglesia quiere, aquellas cosas que son connaturales a la vida religiosa, entre ellas el hábito, la disciplina interna, la vida de oración correcta y sin excentricidades, la fidelidad a la tradición de la Orden, las obras de siempre (que no se hacen con las mismas personas ni con las mismas posibilidades de antaño)… Si convertimos la vida religiosa en una extensión de la vida en el estado seglar, pues ¿de verdad creemos que los jóvenes vendrán a interesarse por nuestra vida? ¿Cuántas veces hemos oído que para vivir así es mejor quedarse en el “mundo”?

    No miremos al pasado para copiarlo, pero sí recuperemos aquello que dejamos atrás y que no deberíamos haberlo hecho, y sobre todo escuchemos a la Iglesia y a los jóvenes que nos piden más vida de oración, vida fraterna y comunión con la Iglesia. Ah! Y también que llevemos el hábito que para eso somos religiosos. Dejemos el pasado atrás, y la ideología de los años 70 también son pasado.

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