Xavier Quinzà, en el último suplemento de Vida Nueva manifiesta que la principal tarea de la vida consagrada en este tiempo es revitalizar el don recibido. Y ¿qué significa eso? Veamos:
1.- Es Ahondar en las experiencias que hemos hecho del Señor, de sus dones particulares, del modo como Él se ha hecho el dueño de nuestra existencia.
2.- Descubrir la pasión central de nuestra vida: que es Dios como una llama de amor que hay que cuidar, y a la vez, la urgencia de tender la mano a los que se nos aparecen en el camino porque están necesitados de ayuda.
3.- Es creer que nuestro propio lugar, el lugar de los religiosos en este tiempo, sólo se puede señalar como "lo escondido". Allí es donde aprendemos a descifrar la vida; donde buscamos que nos entregue su tesoro más preciado, aquel que no se le puede arrebatar a fuerza de puños, el que no se compra con todo el oro del mundo, pero también, el que podemos perder de un modo tan sumamente fácil. Allí es donde debemos acudir para hacer posible la emergencia de Dios en nosotros y en los avatares de nuestra vida.
En fin, que la vida consagrada necesita volver a ese lugar esencial para encontrar su nuevo rostro. Un lugar en donde no cuentan los reflejos, sino la realidad primera, la que queda sugerida desde el corazón, el centro vital que somos y desde el que nos nutrimos.
¿Qué os parece hermanos? ¿Sacamos consecuencias para nuestras vidas? Espero vuestras respuestas.
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