jueves, 2 de enero de 2014

Encuentro de Guardianes IV

Saludos de bienvenida y Homilía 
del Delegado general en la misa de clausura del encuentro de Guardianes

¡Buenas tardes hermanos! Bienvenidos a este encuentro. Y felicidades a todos en nombre propio y del Ministro General. Estos días son días de familia y me imagino que os habrá costado salir de vuestras casas.  Pero aquí  estáis,  respondiendo a la convocatoria, con fidelidad.  Os agradecemos!  Formamos aquí una nueva  fraternidad, que en este caso es aún   fraternidad interprovincial.  Y el primer objetivo de este encuentro es sentirnos hermanos y relacionarnos como hermanos, asumiendo como  riqueza nuestras diferencias, y colaborando lo más estrechamente que podamos en los intereses  comunes.
Estáis en el último sprint del proceso de unión. Pronto llega el día en que perteneceréis a una misma Provincia y seréis una fraternidad numerosa de una única Provincia.  El año que viene, por estas fechas, estaremos reunidos en el Capítulo de la constitución de esta nueva Provincia de la Inmaculada.   Estamos ya en el adviento  de ese gran acontecimiento y con esta reunión de los guardianes de las siete entidades,  queremos celebrar las primicias, de lo que está a punto de llegar.  Desde ahora queremos dar tono, familiaridad y espiritu de colaboración a lo que pronto será  la nueva fraternidad.  Ojala estos días sean  un anticipo del estilo y de la calidad fraterna que queremos  plasmar en la nueva Provincia.
Vosotros los guardines sois gente importante. No me toméis a mal, como si fuera una  adulación.   Es cierto que  pocas veces se dará una reunión de cerca de 65  guardianes a la vez. Pero aparte del número, que  no es lo más importante,  la  importancia os  viene de los hermanos y de la misión que se os encomienda en relación a los hermanos. En realidad  sois los menores, porque  sois guardianes y servidores de vuestros hermanos!  Vuestra grandeza  está en el servicio, como la de cualquier discípulo de Jesús. Pero además a vosotros el servicio os cualifica más, porque es el servicio a vuestros propios hermanos. Esta misión es en nombre de Dios y de Francisco. Y esto no es cualquier cosa. Esto infunde  respeto y otorga    autoridad moral, a quien se comporta así, de modo que eso le permitirá llegar al corazón de cada hermano y ganarlo para el evangelio.  Esa es la mayor fuerza de  un guardián. Vosotros poco a poco podéis transformar una fraternidad, no desde arriba y desde la ley, sino desde abajo y desde  el espíritu de  Encarnación.
Si echamos un vistazo a nuestras Constituciones y Estatutos hay que ver cuántos deberes se os aplican.  Muchos, demasiados, si se toman como obligaciones a cumplir desde una normativa externa. La última responsabilidad de casi todo se aplica al guardián. Y eso puede incluso agobiar.  Pero si esos múltiples  deberes  se unifican  en el corazón, desde una paternidad  que ama,  la misión del guardián se hace hermosa y hasta gratificante.  Vuestro gran título es el del servicio, como hemos dicho antes, como lo fue  para Jesús y Francisco o como lo es  para cualquier padre o madre de familia.   Habéis recibido, vosotros de modo prioritario, la misión de "cuidar y nutrir a vuestros hermanos espirituales con más amor que lo que una madre cuida y nutre  a su hijo carnal" (Rnb 9,11)
Esta misión no es exclusiva vuestra.  Lo compartís con los hermanos, creando un espíritu de colaboración y participación entre todos, y  cuidándoos mutuamente.  Pero es como si se os pidiera encarnarlo antes en vosotros mismos, antes de  exigir a los demás. Y así vais cultivando lo que es lo más propio  de la fraternidad franciscana: ser hermanos  y  establecer relaciones  de igualdad, de confianza y de corresponsabilidad.  Esto tiene  mucha importancia  también para la sociedad actual, en la que las diferencias entre los primeros y los últimos se van haciendo cada vez mayores.  Vosotros sois  promotores  de la dignidad de cada  persona, comenzando por los más débiles, y manteniendo la   igualdad fundamental entre todos. El medio con el que influís será sobre todo el ejemplo y  la  exhortación fraterna. Eso os permite  suscitar   lo mejor de cada hermano. A veces podréis tener la tentación de  adoptar actitudes de superioridad,  y a lo mejor excepcionalmente pueden tener también sentido, pero tened por seguro que lo más influye a la larga es el estilo de Jesús y de Francisco. Y que además  que el  más se beneficia de el es el mismo que lo practica.
No quiero caer en idealismos, pero sí creo que  debemos tener claro el ideal evangélico y franciscano, y ser conscientes de  cuales son las mejores armas que se nos proponen  para trasformar la realidad, al menos a la larga.
Por otra parte no podemos  olvidar evidentemente las ayudas técnicas y profesionales que nos ofrecen las ciencias humanas. Son de mucho provecho para nuestros aprendizajes y debemos servirnos de ellos. Y formarnos permanentemente.
Yo, en esta introducción, solo quiero estimularos y provocar en vosotros la conciencia de vuestra importante misión. Vosotros sois los que estáis  al pie de obra. Vosotros sois los que mejor conocéis a cada hermano, los que más oléis a hermano, los que tenéis capacidad de sacar lo mejor de cada hermano.
Os transcribo un precioso pasaje de Moises. Tiene que ver con vuestro oficio. Tratad a vuestros hermanos con la misma delicadeza y afecto.
El texto dice asi: "Moisés apacentaba en el desierto los rebaños de Jetro, velando por ellos con amor. Llevaba a pacer a los animales más jóvenes, para que se nutriesen con hierbas tiernas, después a los de más edad, que encontraban pastos más fuertes, y al final a los más vigorosos, que ramoneaban el más duro forraje. Entonces dijo Dios: "Ha sabido apacentar las ovejas en el desierto, dando a cada una su alimento; sabrá apacentar a mi pueblo, dando a cada uno lo que necesita".
Un día, un cabrito  se escapó del rebaño. Moisés le siguió, corriendo, hasta llegar a un lugar escarpado, en el que le encontró bebiendo  junto a una fuente: "Pobre cabrito, dijo, ¿huías para beber? ¿Estás tranquilo ahora?" Lo tomó sobre sus hombros y lo devolvió al rebaño. Entonces dijo Dios: Porque ha tenido piedad de un pobre cabrito, llevándole en sus hombros para cargar con su fatiga, tendrá piedad de mi pobre pueblo, con su fatiga en el desierto, llevándole en su corazón para cargar con su pecado"
Pues Dios, antes de confiar a sus reyes y profetas los rebaños de hombres, les confía, para probarlos, rebaños de animales".
            Y, antes de terminar, quiero también hacer una mención  a la carta que en verano pasado os escribió el Ministro General. Todos conocéis aquella carta, que fue  bien acogida  desde el principio. Yo solo quiero recordaros algunos puntos, para que también en esta reunión sean tenidos en cuenta.  El objetivo de la carta era intensificar la revitalización, que es el "objetivo de toda reestructuración", se decía.  Vosotros estáis de lleno en este proceso de revitalización y reestructuración.  Y para ello se os pedía cultivar las dimensiones fundamentales de nuestro carisma, como son el espíritu de oración y devoción, la vida fraterna, la minoridad y la evangelización. Y se hacía  hincapié especial en la oración personal, en la lectura orante de la palabra en fraternidad, en la formación permanente, con subrayados sobre la comunicación, o aceptación de diferencias y resolución de conflictos. Y como medios importantes para la revitalización se os proponía un  encuentro semanal de formación en fraternidad, el  servicio de la autoridad de los guardianes, y el proyecto comunitario.  Son puntos conocidos y trillados. Pero son  los puntos nucleares de nuestra vida,  a los que tenemos que estar volviendo continuamente, hasta lograr vivir permanentemente en espíritu de oración y devoción.
 En la carta hay más cosas, pero creo que son estas las que más nos pueden  afectar en el transcurso de estos días. No estaría de más que tuviérais a mano una copia de esta carta para las reuniones de estos días.
Felicidades de nuevo y buen trabajo!
                                                                      Telesforo Zuriarrain, DG


HOMILIA DEL DÍA 28 DE DICIEMBRE DE 2013

1.-  Me alegro de haber sido testigo de vuestro trabajo en estos  días. Me quedo con la sensación de que habéis trabajado mucho; habéis tenido un horario apretado y habéis trabajado con fidelidad y participación de todos. Ahora, en esta eucaristía, nos toca entregárselo al Señor, para que él  fecunde la obra de vuestras manos  y lo   convierta en pan de vida y  bebida de salvación. Integramos así la actividad y la receptividad, el trabajar y el confiar todo a el. Esta es mi primera observación.
2.-. Segundo, constato que  todos aspiramos a una mayor    revitalización de nuestras fraternidades y de nosotros mismos. Creo que es  importante que lo deseemos y que seamos conscientes de que este es el primer  objetivo de toda esta movida.  Es importante también que nos esforcemos en ello y, alimentemos una tensión permanente de más. “Somos buscadores de Dios, buscadores pacientes, buscadores vivos y esperanzados de Dios”, se nos decía ayer. Esta es  la clave. Somos buscadores gracias a que  él se nos ha adelantado y nos ha dado señales provocativas  de que quiere ser buscado y encontrado. El mismo suscita la búsqueda. El encuentro es, por una parte, fruto de la búsqueda, “para que te encuentre el que te busca”, decimos en la plegaria 4ª, pero sobre   todo es  don y gracia.  Gracia cara que debe ser deseada y peleada, y gracia que debe ser recibida como puro regalo y con mucho agradecimiento.
3.- Esta sobreabundante riqueza de  gracia  se nos concede en la persona de Jesús. Este es el gran misterio de Navidad, que se nos invita a adorar. “Postrándose le adoraron”, se nos ha repetido los días pasados. “Vayamos a adorarle”, se nos invita una y otra vez. En Jesús ha aparecido  el amor personal de Dios y la gracia salvadora de Dios.  El misterio de la Encarnación es el misterio de un Dios que nos busca con pasión. 
Y como primera respuesta de fe se nos pide alegrarnos, asombrarnos, admirar, agradecer, cantar y postrarnos en adoración.  Asombrarnos, digo. Sin asombro es difícil que haya un verdadero encuentro. Luego vendrán todas las demás cosas, las exigencias propias del amor y de la misión. Primero es la vocación y la contemplación, luego la misión, aunque cronológicamente no tiene por qué ser así. “Les llamo para que estuvieran con él y para enviarles en misión”, nos dice Marcos. Los tres verbos están puestos  en este orden.

4.- Para mí esta es una de las claves fundamentales de toda renovación y revitalización. Y no solo  en Navidad, sino en todo proceso humano y espiritual. Solo el encuentro con  el amor renueva y revitaliza el corazón. Por eso el anuncio es este: “Ha aparecido el Amor”. Esta es la noticia. Creemos en el amor, porque en realidad solo el amor es digno de fe.  Es necesario volver una y otra vez  a este amor, al primer amor, que dio sentido y viraje a nuestra vida.
Creo que tenemos que dedicar tiempo a esta cuestión que es esencial.  Dice M. Velasco  con mucho tino y delicadeza, hablando de los religiosos y sacerdotes: “Nuestra situación podría ser esta: 1) Sabemos mucho de Dios, pero tenemos poca relación con el, 2) rezamos “gustad y ved qué bueno es el Señor”, pero en realidad  gustamos poco a Dios, 3)  tenemos el peligro de reducir el seguimiento  a ética, sin seducción y atracción de Dios 4) Podemos vivir  dispersos  en multiplicidad de cosas, sin llegar al núcleo de nuestro ser, a la profundidad habitada por Dios. Es posible que nos encontremos en alguna de estas tentaciones que cita Velasco. Tendríamos que tomar conciencia de en dónde estamos y partir de la realidad para levantar el vuelo de la revitalización.
5.- El primer día, al  escuchar vuestras presentaciones,  me admiraba del trabajo que desarrolláis en las fraternidades.  Pero me pregunto cuánto tiempo dedicamos a la oración en nuestras provincias, al tú a tú, a entrar en la habitación y quedarnos a solas con él, como nos pide  Mateo,  y a ponernos ante su mirada, en un cruce personal de miradas y preguntarnos ¿qué hay entre tú y yo o qué podría hacer yo por ti que tanto has hecho  por mí?  Deberíamos preguntarnos: ¿en qué aspectos de nuestra vida tenemos déficit y en qué superavit? Y estas preguntas no pueden ser  solo  por mantener un equilibrio  entre las distintas dimensiones de nuestra vida. Las preguntas son más radicales. Afectan al sentido existencial, al fundamento de nuestra vida. ¿Dónde se oxigena nuestra alma? ¿Donde descansa y se reconforta mi corazón? ¿Desde dónde se incentivan mis mejores energías?  ¿Quién nos provoca a movernos y a salir en misión y dónde encontramos el manantial que nos da vida? En una palabra, de quién somos, a quién amamos, por quien madrugamos? Es decir quien es el tesoro de nuestro corazón, ese tesoro que Jose y Maria lo preservaron por encima de todo incluso huyendo a Egipto y arriesgando la vida? Eso es lo que celebramos hoy.
Estas son para mí algunas de las preguntas a las  que debemos volver permanentemente, no solo en Navidad, sino cada vez que queremos renovar nuestro corazón. Es decir cada día. Las preguntas más radicales son  siempre las del corazón, las del sentido de la vida, las de la pertenencia al Dios vivo. No podemos dejar que se adormezca el corazón. Nuestra vocación es el amor.
6.- El hablar de esto nos puede producir pudor e incluso una cierta incomodidad. Nos puede parecer espiritualismo o  evasión de la realidad.  Pero estoy seguro de que a la vez somos conscientes  de la importancia capital que tiene esta dimensión.   Yo diría que incluso puede tener mayor importancia que en otras épocas, porque estamos mas expuestos a todo, porque nuestra misión es más contra corriente que nunca, porque nos agotamos de remar contra corriente. Y la responsabilidad es, por una parte, comunitaria, pero sobre todo es personal. ¿Quien nos impide retirarnos un tiempo para quedarnos a solas con él? Mi impresión es que hemos mejorado en muchas cosas, pero no sé si no hemos perdido una cierta  tensión interior, el fuego, o la pasión del amor. La oración es  un elemento privilegiado para exponernos a ese fuego y  crecer en fe, esperanza y amor, que nos lanzan a la misión.
Termino con una frase de Karl Rahner. Se nos decía el primer día que la cuestión importante de los próximas décadas será la esperanza. Pues mirad,: hace ya 40 años Kart Rahner dijo esta frase que me parece profética: “Cada época tiene su tarea ante Dios. La tarea de hoy es la creer”. Y después de 40 años  esta frase tiene aún más vigencia que entonces. Somos llamados a cultivar la fe, la esperanza y el amor.
                                                                                        
                                                                                               Telesforo Zuriarrain, DG

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