Saludos de bienvenida y Homilía
del Delegado general en la misa de clausura del encuentro de Guardianes
¡Buenas tardes hermanos! Bienvenidos a este encuentro. Y felicidades a todos en nombre propio
y del Ministro General. Estos días son días de familia y me imagino que os
habrá costado salir de vuestras casas.
Pero aquí estáis, respondiendo a la convocatoria, con
fidelidad. Os agradecemos! Formamos aquí una nueva fraternidad, que en este caso es aún fraternidad interprovincial. Y el primer objetivo de este encuentro es sentirnos
hermanos y relacionarnos como hermanos, asumiendo como riqueza nuestras diferencias, y colaborando
lo más estrechamente que podamos en los intereses comunes.
Estáis en el
último sprint del proceso de unión. Pronto llega el día en que perteneceréis a
una misma Provincia y seréis una fraternidad numerosa de una única
Provincia. El año que viene, por estas
fechas, estaremos reunidos en el Capítulo de la constitución de esta nueva
Provincia de la Inmaculada. Estamos ya
en el adviento de ese gran
acontecimiento y con esta reunión de los guardianes de las siete
entidades, queremos celebrar las
primicias, de lo que está a punto de llegar.
Desde ahora queremos dar tono, familiaridad y espiritu de colaboración a
lo que pronto será la nueva fraternidad. Ojala estos días sean un anticipo del estilo y de la calidad
fraterna que queremos plasmar en la
nueva Provincia.
Vosotros los
guardines sois gente importante. No me toméis a mal, como si fuera una adulación.
Es cierto que pocas veces se dará
una reunión de cerca de 65 guardianes a
la vez. Pero aparte del número, que no
es lo más importante, la importancia os viene de los hermanos y de la misión que se
os encomienda en relación a los hermanos. En realidad sois los menores, porque sois guardianes y servidores de vuestros
hermanos! Vuestra grandeza está en el servicio, como la de cualquier
discípulo de Jesús. Pero además a vosotros el servicio os cualifica más, porque
es el servicio a vuestros propios hermanos. Esta misión es en nombre de Dios y
de Francisco. Y esto no es cualquier cosa. Esto infunde respeto y otorga autoridad moral, a quien se comporta así,
de modo que eso le permitirá llegar al corazón de cada hermano y ganarlo para
el evangelio. Esa es la mayor fuerza
de un guardián. Vosotros poco a poco
podéis transformar una fraternidad, no desde arriba y desde la ley, sino desde
abajo y desde el espíritu de Encarnación.
Si echamos un vistazo a nuestras Constituciones y
Estatutos hay que ver cuántos deberes se os aplican. Muchos, demasiados, si se toman como
obligaciones a cumplir desde una normativa externa. La última responsabilidad
de casi todo se aplica al guardián. Y eso puede incluso agobiar. Pero si esos múltiples deberes
se unifican en el corazón, desde
una paternidad que ama, la misión del guardián se hace hermosa y
hasta gratificante. Vuestro gran título
es el del servicio, como hemos dicho antes, como lo fue para Jesús y Francisco o como lo es para cualquier padre o madre de familia. Habéis recibido, vosotros de modo
prioritario, la misión de "cuidar y nutrir a vuestros hermanos
espirituales con más amor que lo que una madre cuida y nutre a su hijo carnal" (Rnb 9,11)
Esta misión no
es exclusiva vuestra. Lo compartís con
los hermanos, creando un espíritu de colaboración y participación entre todos,
y cuidándoos mutuamente. Pero es como si se os pidiera encarnarlo
antes en vosotros mismos, antes de
exigir a los demás. Y así vais cultivando lo que es lo más propio de la fraternidad franciscana: ser hermanos y
establecer relaciones de
igualdad, de confianza y de corresponsabilidad.
Esto tiene mucha importancia también para la sociedad actual, en la que
las diferencias entre los primeros y los últimos se van haciendo cada vez
mayores. Vosotros sois promotores
de la dignidad de cada persona,
comenzando por los más débiles, y manteniendo la igualdad fundamental entre todos. El medio
con el que influís será sobre todo el ejemplo y
la exhortación fraterna. Eso os
permite suscitar lo mejor de cada hermano. A veces podréis
tener la tentación de adoptar actitudes
de superioridad, y a lo mejor
excepcionalmente pueden tener también sentido, pero tened por seguro que lo más
influye a la larga es el estilo de Jesús y de Francisco. Y que además que el
más se beneficia de el es el mismo que lo practica.
No quiero caer
en idealismos, pero sí creo que debemos
tener claro el ideal evangélico y franciscano, y ser conscientes de cuales son las mejores armas que se nos
proponen para trasformar la realidad, al
menos a la larga.
Por otra parte
no podemos olvidar evidentemente las
ayudas técnicas y profesionales que nos ofrecen las ciencias humanas. Son de
mucho provecho para nuestros aprendizajes y debemos servirnos de ellos. Y
formarnos permanentemente.
Yo, en esta
introducción, solo quiero estimularos y provocar en vosotros la conciencia de
vuestra importante misión. Vosotros sois los que estáis al pie de obra. Vosotros sois los que mejor
conocéis a cada hermano, los que más oléis a hermano, los que tenéis capacidad
de sacar lo mejor de cada hermano.
Os transcribo
un precioso pasaje de Moises. Tiene que ver con vuestro oficio. Tratad a
vuestros hermanos con la misma delicadeza y afecto.
El texto dice
asi:
"Moisés apacentaba en el
desierto los rebaños de Jetro, velando por ellos con amor. Llevaba a pacer a
los animales más jóvenes, para que se nutriesen con hierbas tiernas, después a
los de más edad, que encontraban pastos más fuertes, y al final a los más
vigorosos, que ramoneaban el más duro forraje. Entonces dijo Dios: "Ha
sabido apacentar las ovejas en el desierto, dando a cada una su alimento; sabrá
apacentar a mi pueblo, dando a cada uno lo que necesita".
Un día, un cabrito se escapó del rebaño. Moisés le siguió,
corriendo, hasta llegar a un lugar escarpado, en el que le encontró
bebiendo junto a una fuente: "Pobre
cabrito, dijo, ¿huías para beber?
¿Estás tranquilo ahora?" Lo tomó sobre sus hombros y lo devolvió al
rebaño. Entonces dijo Dios: Porque ha tenido piedad de un pobre cabrito, llevándole
en sus hombros para cargar con su fatiga, tendrá piedad de mi pobre pueblo, con
su fatiga en el desierto, llevándole en su corazón para cargar con su
pecado"
Pues Dios, antes de confiar a sus reyes y
profetas los rebaños de hombres, les confía, para probarlos, rebaños de
animales".
Y,
antes de terminar, quiero también hacer una mención a la carta que en verano pasado os escribió
el Ministro General. Todos conocéis aquella carta, que fue bien acogida
desde el principio. Yo solo quiero recordaros algunos puntos, para que
también en esta reunión sean tenidos en cuenta.
El objetivo de la carta era intensificar la revitalización, que es el
"objetivo de toda reestructuración", se decía. Vosotros estáis de lleno en este proceso de
revitalización y reestructuración. Y
para ello se os pedía cultivar las dimensiones fundamentales de nuestro
carisma, como son el espíritu de oración y devoción, la vida fraterna, la
minoridad y la evangelización. Y se hacía
hincapié especial en la oración personal, en la lectura orante de la
palabra en fraternidad, en la formación permanente, con subrayados sobre la
comunicación, o aceptación de diferencias y resolución de conflictos. Y como
medios importantes para la revitalización se os proponía un encuentro semanal de formación en
fraternidad, el servicio de la autoridad
de los guardianes, y el proyecto comunitario.
Son puntos conocidos y trillados. Pero son los puntos nucleares de nuestra vida, a los que tenemos que estar volviendo
continuamente, hasta lograr vivir permanentemente en espíritu de oración y
devoción.
En la carta hay más cosas, pero creo que son
estas las que más nos pueden afectar en
el transcurso de estos días. No estaría
de más que tuviérais a mano una copia de esta carta para las reuniones de estos
días.
Felicidades de
nuevo y buen trabajo!
HOMILIA DEL DÍA 28 DE DICIEMBRE DE 2013

2.-. Segundo,
constato que todos aspiramos a una
mayor revitalización de nuestras fraternidades y de nosotros mismos. Creo
que es importante que lo deseemos y que
seamos conscientes de que este es el primer
objetivo de toda esta movida. Es
importante también que nos esforcemos en ello y, alimentemos una tensión
permanente de más. “Somos buscadores de Dios, buscadores pacientes, buscadores
vivos y esperanzados de Dios”, se nos decía ayer. Esta es la clave. Somos
buscadores gracias a que él se nos ha
adelantado y nos ha dado señales provocativas
de que quiere ser buscado y encontrado. El mismo suscita la búsqueda. El
encuentro es, por una parte, fruto de la búsqueda, “para que te encuentre el
que te busca”, decimos en la plegaria 4ª, pero sobre todo
es don y gracia. Gracia cara que debe ser deseada y peleada, y
gracia que debe ser recibida como puro regalo y con mucho agradecimiento.
3.- Esta sobreabundante riqueza de gracia
se nos concede en la persona de Jesús. Este es el gran misterio de Navidad, que se nos invita a adorar.
“Postrándose le adoraron”, se nos ha repetido los días pasados. “Vayamos a
adorarle”, se nos invita una y otra vez. En Jesús ha aparecido el amor personal de Dios y la gracia
salvadora de Dios. El misterio de la
Encarnación es el misterio de un Dios que nos busca con pasión.
Y como primera respuesta de
fe se nos pide alegrarnos, asombrarnos, admirar, agradecer, cantar y postrarnos
en adoración. Asombrarnos, digo. Sin
asombro es difícil que haya un verdadero encuentro. Luego vendrán todas las
demás cosas, las exigencias propias del amor y de la misión. Primero es la
vocación y la contemplación, luego la misión, aunque cronológicamente no tiene
por qué ser así. “Les llamo para que estuvieran con él y para enviarles en
misión”, nos dice Marcos. Los tres verbos están puestos en este orden.
4.- Para mí esta
es una de las claves fundamentales de toda renovación y revitalización. Y
no solo en Navidad, sino en todo proceso
humano y espiritual. Solo el encuentro con
el amor renueva y revitaliza el corazón. Por eso el anuncio es este: “Ha
aparecido el Amor”. Esta es la noticia. Creemos en el amor, porque en realidad
solo el amor es digno de fe. Es
necesario volver una y otra vez a este
amor, al primer amor, que dio sentido y viraje a nuestra vida.
Creo
que tenemos que dedicar tiempo a esta cuestión que es esencial. Dice M. Velasco con mucho tino y delicadeza, hablando de los
religiosos y sacerdotes: “Nuestra situación podría ser esta: 1) Sabemos mucho
de Dios, pero tenemos poca relación con el, 2) rezamos “gustad y ved qué bueno
es el Señor”, pero en realidad gustamos
poco a Dios, 3) tenemos el peligro de
reducir el seguimiento a ética, sin
seducción y atracción de Dios 4) Podemos vivir
dispersos en multiplicidad de
cosas, sin llegar al núcleo de nuestro ser, a la profundidad habitada por
Dios. Es posible que
nos encontremos en alguna de estas tentaciones que cita Velasco. Tendríamos que
tomar conciencia de en dónde estamos y partir de la realidad para levantar el
vuelo de la revitalización.
5.- El primer
día, al escuchar vuestras
presentaciones, me admiraba del trabajo
que desarrolláis en las fraternidades.
Pero me pregunto cuánto tiempo dedicamos a la oración en
nuestras provincias, al tú a tú, a
entrar en la habitación y quedarnos a solas con él, como nos pide Mateo,
y a ponernos ante su mirada, en un cruce personal de miradas y
preguntarnos ¿qué hay entre tú y yo o qué podría hacer yo por ti que tanto has
hecho por mí? Deberíamos preguntarnos: ¿en qué aspectos de
nuestra vida tenemos déficit y en qué superavit? Y estas preguntas no pueden ser solo
por mantener un equilibrio entre
las distintas dimensiones de nuestra vida. Las preguntas son más radicales.
Afectan al sentido existencial, al fundamento de nuestra vida. ¿Dónde se
oxigena nuestra alma? ¿Donde descansa y se reconforta mi corazón? ¿Desde dónde se
incentivan mis mejores energías? ¿Quién
nos provoca a movernos y a salir en misión y dónde encontramos el manantial que
nos da vida? En una palabra, de quién somos, a quién amamos, por quien
madrugamos? Es decir quien es el tesoro de nuestro corazón, ese tesoro que Jose
y Maria lo preservaron por encima de todo incluso huyendo a Egipto y
arriesgando la vida? Eso es lo que celebramos hoy.
Estas
son para mí algunas de las preguntas a las
que debemos volver permanentemente, no solo en Navidad, sino cada vez
que queremos renovar nuestro corazón. Es decir cada día. Las preguntas más
radicales son siempre las del corazón,
las del sentido de la vida, las de la pertenencia al Dios vivo. No podemos
dejar que se adormezca el corazón. Nuestra vocación es el amor.
6.- El hablar de
esto nos puede producir pudor e
incluso una cierta incomodidad. Nos puede parecer espiritualismo o evasión de la realidad. Pero estoy seguro de que a la vez somos
conscientes de la importancia capital
que tiene esta dimensión. Yo diría que incluso puede tener mayor
importancia que en otras épocas, porque estamos mas expuestos a todo, porque
nuestra misión es más contra corriente que nunca, porque nos agotamos de remar
contra corriente. Y la responsabilidad es, por una parte, comunitaria, pero
sobre todo es personal. ¿Quien nos impide retirarnos un tiempo para quedarnos a
solas con él? Mi impresión es que hemos mejorado en muchas cosas, pero no sé si
no hemos perdido una cierta tensión
interior, el fuego, o la pasión del amor. La oración es un elemento privilegiado para exponernos a
ese fuego y crecer en fe, esperanza y
amor, que nos lanzan a la misión.
Termino con una frase de Karl Rahner. Se nos decía el primer día que la cuestión importante
de los próximas décadas será la esperanza. Pues mirad,: hace ya 40 años Kart
Rahner dijo esta frase que me parece profética: “Cada época tiene su tarea ante
Dios. La tarea de hoy es la creer”. Y después de 40 años esta frase tiene aún más vigencia que
entonces. Somos llamados a cultivar la fe, la esperanza y el amor.
Telesforo Zuriarrain, DG
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